Reflexión Lunfarda: La Celebración del Día del Amigo, el 20 de julio.
El destacado y prestigioso, odontólogo, escritor, filósofo, músico y docente argentino, Dr. Enrique Ernesto Febbraro, quien propuso, la celebración del Día del Amigo, por la histórica llegada del Hombre a la Luna, el domingo 20 de julio de 1969. El Dr. Febbraro, había nacido, el 7 de julio de 1924, en el barrio porteño de San Cristobal, y falleció en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 2008. Perteneció a las filas, del Rotary Club, y en su carácter de miembro, de dicha institución, visitó Chivilcoy, hace ya varios años.
El 20 de julio, hubo de celebrarse el Día del Amigo, una simpática y entrañable fecha, de nuestro calendario, que surgió, merced a la particular iniciativa y la voluntad emprendedora, del caracterizado y prestigioso odontólogo, escritor, filósofo, historiador, músico y docente argentino, Dr. Enrique Ernesto Febbraro, quien propuso, precisamente, ese día, por la muy trascendental y memorable llegada del Hombre a la Luna, aquel histórico y especial domingo 20 de julio de 1969. El Dr. Febbraro, a fin de hacer realidad, esta plausible inquietud suya, envió unas mil cartas, a unos cien países del mundo; recibiendo unas setecientas respuestas, que le expresaban, el abierto apoyo y, una franca adhesión a la iniciativa. Se instituyó así, el Día del Amigo, el cual, se fue extendiendo después, a diferentes naciones, americanas y europeas. En su nota, dirigida a distintos puntos geográficos del planeta, el Dr. Febbraro, refiriéndose al 20 de julio, puntualizaba que: “Aquel día, todo el mundo estuvo unido, pendiente de la suerte de los tres astronautas, Neil Amstrong, Edwin Buzz Aldrin y Michael Collins. Fuimos sus amigos, y ellos, amigos del Universo”. Además, con relación a la Llega da del Hombre a la Luna, un extraordinario suceso y, una gloriosa y admirable hazaña de la humanidad, el Dr. Febbraro, subrayó: “El acontecimiento, causó una conmoción en todo el mundo, todos acompañamos esa proeza del Hombre, a través de las pantallas de televisión. Desde la Tierra, se experimentó una profunda sensación de solidaridad, y todos nos sentimos amigos, de los que estaban distantes. Aunque fue un hecho científico alucinante, nadie puede quitarle su mérito poético”. Recordemos que, el Dr. Enrique Ernesto Febbraro, había nacido en el barrio porteño de San Cristóbal, el 7 de julio de 1924, y falleció en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 2008. Residió durante muchos años, en la ciudad bonaerense de Lomas de Zamora, declarada, por un proyecto de su autoría, “Capital provincial de la Amistad”. Allí, hubo de establecer las bases fundacionales, de la “Asociación Mundial para el Entendimiento”, y además, perteneció a las filas del Rotary Club; visitando, en carácter de rotario, nuestra ciudad de Chivilcoy. El propio Dr. Febbraro, escribió que: “La amistad es casta, y tiene que estar fundada en el respeto. Para que te sientas amigo: Hazlo todo con ternura, y demuestra siempre, tu alegría. Exprésate con humildad, y fomenta la comprensión, buscando las coincidencias. Asiste a tus amigos, y respeta tu Patria, tu hogar y tu trabajo. Cuida tu pureza, y ayuda a pacificar, comenzando con tu paz interior”.
Gracias, gomía, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente, de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.
Gracias, ñato, por ser todo un gomía, de la mano polenta y compañera, la parola debute y bien sincera, el aguante y la lunga compañía. Gracias, ñato, por darme tu alegría, el sentir, que carbura tu sesera; tu presencia garifa y muy canchera, y tu entrega fetén, de cada día… Gracias, por tu chamuyo sin camelo, tu sonrisa y tu cuore, tan fratelo, que se banca, mis pálidas de otario… Y gracias – te lo bato, honestamente -, por brindarme un afecto permanente, con tu espíritu posta y solidario. Ah… también, te agradezco, que olvidaste, esa piña mortal, que te metí, y la guita, chabón, que me prestaste, y que nunca, al final, te devolví.
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